Un nuevo intento de golpe de estado ha sido
desbaratado en Venezuela. En esta ocasión, además de las violentas “guarimbas”
en las calles, se planeaba arrastrar a sectores de la fuerza aérea a bombardear
población civil. Sin duda, preocupante y un motivo para reflexionar.
Surge entonces la pregunta de fondo: ¿Por qué, si
ya ha quedado demostrado que perfectamente la oposición venezolana puede ganar
las próximas elecciones presidenciales (en las últimas estuvo a punto), la
ultraderecha apuesta desesperadamente por la opción golpista?
La respuesta está en los objetivos de esta
ultraderecha: instalar la política neoliberal que implica desmantelar las
radicales políticas de garantía estatal a los derechos laborales y sociales de
la población (a las que llama “populismo”), así como de soberanía e integración
continental para volver a las de beneficio del poder fáctico norteamericano al
que responde.
Esos objetivos simplemente no pueden lograrse con
sólo ganar el gobierno, lo que es perfectamente posible en las elecciones
presidenciales. El proceso revolucionario ha generado un “pueblo chavista”,
masivo, consciente y organizado, que aunque pierda el gobierno en elecciones,
resulta demasiado fuerte como para dejarse arrebatar esos derechos que ha
conquistado.
Ese pueblo chavista mantendría su fuerza en la
Asamblea Legislativa y en los poderes municipales, como quedó demostrado en las
últimas elecciones locales donde ganó con clara mayoría. Más preocupante aún
para los golpistas, permanecería con fuerza en las Fuerzas Armadas, que
difícilmente volverán a subordinarse a los planes norteamericanos y menos
disparar alegremente a los reclamos de su propio pueblo, como hacían antes de
la revolución.
Ninguna realidad es idéntica a otra, pero hay
variables similares y ahí está el ejemplo del sandinismo en Nicaragua,
derrotado en elecciones, pero fuerte en el movimiento popular y en el ejército,
no sólo impidió una arremetida de reformas de ultraderecha, sino que retomó el
gobierno por la misma vía electoral y hoy es uno de los puntales del ALBA.
Frente a ese ejemplo, la ultraderecha piensa,
nostálgica y ansiosa, en el ejemplo de Chile, Allende y Pinochet. Un golpe de
estado violento, que rompa y desmonte la legalidad democrática y permita barrer
con un baño de sangre ese pueblo chavista en el movimiento social y las Fuerzas
Armadas. Único escenario en que se podría implementar la política neoliberal
que añoran y sueñan.
Algo que deberían reflexionar en serio,
éticamente, quienes desde el progresismo se ven desorientados por la propaganda
monopólica de los medios mundiales y creen ver una bandera democrática en la
ultraderecha guarimbera de Venezuela. Si ésta se hace con el poder en Venezuela
-Dios no lo permita-, ahí sí que verían, angustiados y arrepentidos, lo que es
violación de derechos humanos. Pero ya sería demasiado tarde.