Ricardo Jiménez A.
En la década de 1990’. la dictadura de Alberto
Fujimori derrotó las organizaciones subversivas armadas y, mediante una
combinación de represión, violación de derechos humanos y corrupción desatada
en todos los niveles del estado y la sociedad, impuso una constitución y un
modelo económico ultra neoliberales, que han significado un enriquecimiento
ilimitado de los súper ricos a costa de las inmensas mayorías precarizadas o en
una débil e insegura integración por el consumo y el crédito, asimilada
vagamente como “clase media”.
Parte de ese proceso, fue la descomposición de
la izquierda histórica, fragmentada hasta lo indecible, desorientada ante las
nuevas realidades, especialmente, la pérdida de sus vínculos masivos y
orgánicos con los sectores populares; vínculos que nunca pudo volver a
recomponer. Es por ello, que las alternativas electorales contrarias a la
derecha neoliberal surgieron de otros sectores distintos y más o menos nuevos,
como los del nacionalismo de Humala, quien vertiginosamente traicionó esas
aspiraciones apenas llegado al gobierno. O como VeróniKa Mendoza, surgida como
figura al romper con la traición humalista y cuya base más ancha está en la
clase media ilustrada, culta, progresista y ambientalista.
Hoy, de sorpresa, sin que nadie lo viera venir,
por fin surge en el Perú una izquierda auténticamente popular, tras la
candidatura de Pedro Castillo. Prueba de ello es justamente la sorpresa e
invisibilidad con que ganó estas elecciones en primera vuelta, debido a que las
miradas de analistas, medios de comunicación y aún de las militancias de
izquierda clasemedieras, ni lo esperaban, ni lo querían.
A todos ellos incomoda esta corriente política
que, a mano y sin permiso, sin “big data” y estrategias de “tweeter”, viene
desde Los Andes profundos, siempre despreciados con racismo y clasismo, del
movimiento rondero campesino y urbano, el más importante movimiento social del
país, parte de Alba Movimientos en Perú, de los sectores sindicales de
profesores, que han sido los más combativos y críticos al abandono neoliberal
de la educación en los últimos años, y que tiene la capacidad de disputar los
cerros pobres de Lima, porque habla su mismo lenguaje y lo mueven los mismos
abandonos, olvidos, descontentos y esperanza.
Se trata de una izquierda popular,
auténticamente autónoma, sin complejos y que no busca ni acepta chantajes de la
derecha. Un ejemplo, es cuando el candidato Pedro Castillo, profesor y rondero,
de 52 años de edad, señaló públicamente que en Venezuela no hay dictadura y que
los venezolanos, sin injerencia externa, deben resolver ellos sus problemas,
mostrando que era un mito innecesario sumarse a las calumnias de derecha contra
Venezuela para “ser una izquierda aceptable” en el país. Otro ejemplo, cuando
señala que, si el congreso, que será altamente fragmentado y con mayoría de
bancadas de derecha, no quiere apoyar el llamado a Asamblea Constituyente,
usará sus facultades presidenciales para cerrarlo, lo cual trasmite un mensaje
de voluntad y coraje político que lo hace creíble y da garantías para sumarse,
sin el temor a indecisiones y traiciones posteriores.
Por cierto, que tiene errores y limitaciones.
¿Acaso alguna obra humana no? Que pueden ser graves y deben cambiarse, como su
rechazo al enfoque de género y los derechos de la diversidad sexual. Que
reflejan, además, las limitaciones de su ancha base popular que todavía tiene
estos prejuicios y desconocimientos. También hay denuncias de corrupción sobre
algunos líderes o candidatos de este movimiento, algo de lo que no escapa,
literalmente, ninguna fuerza política en el Perú; además, hay que decirlo, son,
en cualquier caso, mínimas ante las corruptelas industriales de los partidos de
derecha.
Pero, como decía el cubano universal, José
Martí, “el sol tiene manchas. Los desagradecidos solo ven las manchas. Los
agradecidos, la luz”. Y no hay dudas que esta luz popular abrirá caminos y
nuevos escenarios, independientemente de lo que pase en segunda vuelta y de
cara a un neoliberalismo peruano que se cae irremediablemente a pedazos, y que,
de alcanzar nuevamente el gobierno, en la segunda vuelta electoral del próximo
domingo 6 de junio, es altamente probable que ni siquiera pueda terminar su
mandato, dadas las tendencias a la crisis social y la descomposición políticas,
estructurales e irreversibles.
Pero eso será otra historia. Ahora toca sumar
todos los esfuerzos a esta nueva izquierda popular que al fin ha parido el
pueblo peruano.