miércoles, 5 de febrero de 2014

“CUERDAS SEPARADAS”, COMPLICIDAD PERUANA CON PREPOTENCIA CHILENA


Hace exactamente un año, el 5 de febrero de 2013, publiqué un artículo titulado: “El Perú se ahorca con sus propias cuerdas separadas”, en alusión al nombre con que su creador, el ex presidente Alan García, bautizó la política histórica peruana de ser cómplice y subordinada de la chilena.

Este 9 de febrero próximo, en Colombia, se realizará la VII cumbre de la alianza del pacífico que agrupa a Chile, Perú y Colombia, últimos gobiernos neoliberales en Suramérica.  A pesar de que es quizás la última gran oportunidad que tiene el Perú para exigir a Chile el cumplimiento cabal del fallo de la Corte de La Haya so pena de no asistir a dicha cumbre, el presidente de Perú, Humala, ya informó públicamente que participará en ella. Una muestra de la feroz persistencia de esta política.
 
En este contexto, varios analistas peruanos están convergiendo en la tesis central de aquel artículo que publicara hace un año que parece propicio volver a entregar íntegramente.
 
Perú se ahorca con sus propias cuerdas separadas (5 de febrero de 2013)
 
Cuando en estos días los medios masivos de comunicación en Perú vuelven a hacer gala de un anti chilenismo de portada, ante las impresentables declaraciones públicas del presidente chileno en el sentido de condicionar una solución marítima a Bolivia a la renuncia por parte del Perú a su reclamo limítrofe marítimo, conviene recordar que la clave del problema chileno peruano, su "nudo", está en las denominadas “cuerdas separadas”.
 
Es un término creado por el ex presidente Alan García para responder a las críticas que despertaba la alianza política neoliberal y la subordinación económica del Perú oficial hacia la clase dirigente y los poderes económicos de Chile. Las cuerdas separadas eran una metáfora para explicar que mientras por un lado se podía y debía favorecer en todo a los intereses económicos de los grupos chilenos, y mantener con Chile una férrea alianza política neoliberal en contra de la integración con soberanía que impulsan en UNASUR la mayoría de los países de la región, por otro lado se podía al mismo tiempo reclamar públicamente a Chile una definición de los límites marítimos bilaterales que terminara con la actual situación de hecho, claramente perjudicial e injusta con Perú. Esto sería lo “inteligente” y lo “responsable” frente a Chile.
 
La idea era contradictoria pero finalmente útil. En el Perú neoliberal donde lo indebido, lo ilegal, lo doloso y hasta lo impensable es lo cotidiano para la clase dirigente una fórmula justificatoria como ésta no podía tener otro destino que ser profusamente usada, convirtiendo a su autor en el mentor ideológico de hecho de la élite neoliberal peruana. Un ejemplo nada más, es la reciente renovación de contrato a la trasnacional española Telefónica. Las cuerdas separadas permitieron al gobierno renovarle el contrato para usar el espacio radioeléctrico del Perú por 18 años y sin pagar un solo sol, porque era "lo más adecuado económica, técnica e internacionalmente para el Perú", mientras al mismo tiempo debe casi 5.000 mil millones de soles al estado, que se niega simplemente a pagar, entrega un pésimo servicio e impone una de las tarifas más caras de la región.
 
A pesar de ello, lo más difícil de tragar para la opinión pública peruana es la extraña lógica de que se espere obtener de Chile un cambio de actitud respecto de los límites marítimos, cuando manteniendo la actual actitud obtiene la más leal complicidad política neoliberal y todas las ventajas económicas de parte de la clase dirigente peruana.
 
Esta paradoja y el malestar que genera fue parte importante de la base del triunfo electoral del actual presidente Ollanta Humala, quien siendo candidato movilizó el reclamo ante Chile y denunció sus ventajas y monopolios económicos en Perú, pero ahora es un férreo continuador de la denominada “Alianza del Pacífico”, bloque neoliberal liderado por Chile en contra de la UNASUR soberana, y del favorecimiento de los intereses económicos chilenos en Perú, repitiendo religiosamente el discurso de las cuerdas separadas para justificarlo.
 
Sin embargo, el hecho objetivo, material, incontestable, es que los poderes políticos y económicos hegemónicos en Chile no tienen ninguna razón real, concreta, para cambiar su actitud y establecer un nuevo trato justo y digno con el Perú oficial que se les subordina en todo lo importante.

No existe un solo caso en miles de años de historia en que un actor cambie su actitud abusiva hacia otro, mientras éste se mantenga alegremente subordinado en lo económico y en lo político. Y el Perú alegremente se ahorca con sus propias cuerdas separadas.

 

 

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