Hace
exactamente un año, el 5 de febrero de 2013, publiqué un artículo titulado: “El
Perú se ahorca con sus propias cuerdas separadas”, en alusión al nombre con que su creador, el ex presidente Alan García, bautizó la política histórica peruana de ser cómplice y subordinada de la chilena.
Este
9 de febrero próximo, en Colombia, se realizará la VII cumbre de la alianza del
pacífico que agrupa a Chile, Perú y Colombia, últimos gobiernos neoliberales en
Suramérica. A pesar de que es quizás la última gran oportunidad que tiene el Perú para exigir a Chile
el cumplimiento cabal del fallo de la Corte de La Haya so pena de no asistir a dicha cumbre, el presidente de Perú, Humala, ya informó públicamente que participará en ella. Una muestra de
la feroz persistencia de esta política.
En
este contexto, varios analistas peruanos están convergiendo en la tesis central de
aquel artículo que publicara hace un año que parece propicio volver a entregar íntegramente.
Perú se ahorca con sus propias cuerdas separadas (5
de febrero de 2013)
Cuando en estos días los medios
masivos de comunicación en Perú vuelven a hacer gala de un anti chilenismo de
portada, ante las impresentables declaraciones públicas del presidente chileno
en el sentido de condicionar una solución marítima a Bolivia a la renuncia por
parte del Perú a su reclamo limítrofe marítimo, conviene recordar que la clave
del problema chileno peruano, su "nudo", está en las denominadas
“cuerdas separadas”.
Es un término creado por el ex
presidente Alan García para responder a las críticas que despertaba la alianza
política neoliberal y la subordinación económica del Perú oficial hacia la
clase dirigente y los poderes económicos de Chile. Las cuerdas separadas eran
una metáfora para explicar que mientras por un lado se podía y debía favorecer
en todo a los intereses económicos de los grupos chilenos, y mantener con Chile
una férrea alianza política neoliberal en contra de la integración con
soberanía que impulsan en UNASUR la mayoría de los países de la región, por
otro lado se podía al mismo tiempo reclamar públicamente a Chile una definición
de los límites marítimos bilaterales que terminara con la actual situación de
hecho, claramente perjudicial e injusta con Perú. Esto sería lo “inteligente” y
lo “responsable” frente a Chile.
La idea era contradictoria pero
finalmente útil. En el Perú neoliberal donde lo indebido, lo ilegal, lo doloso
y hasta lo impensable es lo cotidiano para la clase dirigente una fórmula
justificatoria como ésta no podía tener otro destino que ser profusamente
usada, convirtiendo a su autor en el mentor ideológico de hecho de la élite
neoliberal peruana. Un ejemplo nada más, es la reciente renovación de contrato
a la trasnacional española Telefónica. Las cuerdas separadas permitieron al
gobierno renovarle el contrato para usar el espacio radioeléctrico del Perú por
18 años y sin pagar un solo sol, porque era "lo más adecuado económica,
técnica e internacionalmente para el Perú", mientras al mismo tiempo debe
casi 5.000 mil millones de soles al estado, que se niega simplemente a pagar,
entrega un pésimo servicio e impone una de las tarifas más caras de la región.
A pesar de ello, lo más difícil de
tragar para la opinión pública peruana es la extraña lógica de que se espere
obtener de Chile un cambio de actitud respecto de los límites marítimos, cuando
manteniendo la actual actitud obtiene la más leal complicidad política
neoliberal y todas las ventajas económicas de parte de la clase dirigente
peruana.
Esta paradoja y el malestar que genera
fue parte importante de la base del triunfo electoral del actual presidente
Ollanta Humala, quien siendo candidato movilizó el reclamo ante Chile y
denunció sus ventajas y monopolios económicos en Perú, pero ahora es un férreo
continuador de la denominada “Alianza del Pacífico”, bloque neoliberal liderado
por Chile en contra de la UNASUR soberana, y del favorecimiento de los
intereses económicos chilenos en Perú, repitiendo religiosamente el discurso de
las cuerdas separadas para justificarlo.
Sin embargo, el hecho objetivo,
material, incontestable, es que los poderes políticos y económicos hegemónicos
en Chile no tienen ninguna razón real, concreta, para cambiar su actitud y
establecer un nuevo trato justo y digno con el Perú oficial que se les
subordina en todo lo importante.
No existe un solo caso en miles de
años de historia en que un actor cambie su actitud abusiva hacia otro, mientras
éste se mantenga alegremente subordinado en lo económico y en lo político. Y el
Perú alegremente se ahorca con sus propias cuerdas separadas.
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