martes, 15 de abril de 2014

VENEZUELA: ¿POR QUÉ OPTAR POR EL GOLPISMO, SI PUEDEN GANAR ELECCIONES?

La relativa calma política que ha vuelto a Venezuela entrega la oportunidad de reflexionar más profundamente sobre el último intento golpista en ese país.

No sólo para reconocer la evidente falta de apoyo decisivo de la oposición de ultraderecha a sus intentos violentos por hacerse con el poder. Si bien la oposición electoral al gobierno chavista mostró un crecimiento considerable en las últimas elecciones presidenciales, alcanzando apenas un uno por ciento de diferencia por debajo del ganador, la apuesta por el golpismo violento es innegablemente minoritaria y no logran superar esta realidad ni siquiera la activa labor conspirativa de la CIA norteamericana ni todo el apoyo mediático internacional.
Sólo muy limitados segmentos de la población los apoyan y se muestran claramente como ajenos a la inmensa mayoría de venezolanos y venezolanas, sean de oposición o de gobierno. Peor aún, inevitablemente, las violentas “guarimbas” se muestran protagonizadas por jóvenes de extrema clase alta, con discursos y acciones fascistas, anti democráticas, o por lumpen delictual difícil de controlar hasta por los propios agitadores golpistas, lo que termina desprestigiándolas y aislándolas.      
Surge entonces la pregunta de fondo: ¿Por qué, si ya ha quedado demostrado que perfectamente la oposición venezolana puede ganar las próximas elecciones presidenciales (en las últimas estuvo a punto), la ultraderecha apuesta desesperadamente por la opción golpista?
La respuesta está en los objetivos de esta ultraderecha: instalar la política neoliberal que implica desmantelar las radicales políticas de garantía estatal a los derechos laborales y sociales de la población  (a las que llama “populismo”), así como de soberanía e integración continental para volver a las de beneficio del poder fáctico norteamericano al que responde.
Esos objetivos simplemente no pueden lograrse con sólo ganar el gobierno, lo que es perfectamente posible en las elecciones presidenciales. El proceso revolucionario ha generado un “pueblo chavista”, masivo, consciente y organizado, que aunque pierda el gobierno en elecciones, resulta demasiado fuerte como para dejarse arrebatar esos derechos que ha conquistado.
Ese pueblo chavista mantendría su fuerza en la Asamblea Legislativa y en los poderes municipales, como quedó demostrado en las últimas elecciones locales donde ganó con clara mayoría. Más preocupante aún para los golpistas, permanecería con fuerza en las Fuerzas Armadas, que difícilmente volverán a subordinarse a los planes norteamericanos y menos disparar alegremente a los reclamos de su propio pueblo, como hacían antes de la revolución.
Ninguna realidad es idéntica a otra, pero hay variables similares y ahí está el ejemplo del sandinismo en Nicaragua, derrotado en elecciones, pero fuerte en el movimiento popular y en el ejército, no sólo impidió una arremetida de reformas de ultraderecha, sino que retomó el gobierno por la misma vía electoral y hoy es uno de los puntales del ALBA.
Frente a ese ejemplo, la ultraderecha piensa, nostálgica y ansiosa, en el ejemplo de Chile, Allende y Pinochet. Un golpe de estado violento, que rompa y desmonte la legalidad democrática y permita barrer con un baño de sangre ese pueblo chavista en el movimiento social y las Fuerzas Armadas. Único escenario en que se podría implementar la política neoliberal que añoran y sueñan.
Algo que deberían reflexionar en serio, éticamente, quienes desde el progresismo se ven desorientados por la propaganda monopólica de los medios mundiales y creen ver una bandera democrática en la ultraderecha guarimbera de Venezuela. Si ésta se hace con el poder en Venezuela -Dios no lo permita-, ahí sí que verían, angustiados y arrepentidos, lo que es violación de derechos humanos.
Pero ya sería demasiado tarde.

 

   

 

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