domingo, 15 de noviembre de 2015

MADURO Y CHÁVEZ: UN POEMA DE LA OPOSICIÓN VENEZOLANA

Maduro no sirve para nada
Chávez era otra cosa

Aunque somos opositores,
reconocemos que Chávez era un líder
Aunque no nos gustaba,
lo respetamos como  estadista

Por eso, le hicimos un golpe de Estado
Un paro petrolero
Violentas guarimbas
Tratamos de asesinarlo con paracos colombianos

Y nuestro patrón del norte buscó hacerle la guerra,
a través de Colombia

Porque era otra cosa y lo respetamos

En cambio, Maduro no sirve
Por eso, además 
de los intentos de golpe, las guarimbas
y las agresiones desde Colombia,
no quisimos reconocer su triunfo electoral

Ganó por muy poco
Y los izquierdistas deben ganar, por lo menos, con una diferencia de 15%,
si quieren que los reconozcamos

Maduro es un inútil y por eso
le asfixiamos sin misericordia la economía
Para que la gente diga: “Maduro asfixia la economía”
Exactamente igual como hicieron en Chile con Allende

Aunque claro, Allende era otra cosa
Y a él sí lo respetamos
Igual que a Chávez

Tal vez si logramos derrocar a Maduro
O asesinarlo
También lo respetaremos
Y diremos que era un líder
Y era otra cosa

Pero ahora, está muy claro, 
que no nos sirve para nada.

miércoles, 8 de julio de 2015

Ayer te vi, Bolívar





















Ayer te vi, Bolívar, en un hermoso retrato.
Tu uniforme rojo y negro, con laureles dorados en los cuellos.

Pensé: “¡Qué bello, mi Bolívar!”, como decían las delegadas campesinas en el Apure, mirando tus fotos en los libros.

Como esa vez en un taller de formación, cuando tras mostrar una película tuya, unas jóvenes campesinas  hicieron cuestión de Estado porque no debía ser negro sino blanco tu caballo. 

Pero te confieso que como más me gustas, en verdad, es en harapos, a medio vestir y con poncho, cabalgando a degüello contra imperios y esclavitudes. 

O como en tu lecho de muerte, cuando hubo necesidad de pedir una camisa prestada para cubrirte, porque la tuya estaba llena de agujeros.

Me gustas vestido con la torrencial soberanía de las selvas.

Con el chaleco del destino, a prueba de balas y traiciones.

Dictando a tus secretarios tres o cuatro cartas, proclamas y decretos, todas a la vez.

O subiendo solo, en medio de la guerra, al Chimborazo ecuatoriano, más de seis mil metros de rocas andinas, para delirar. Sí, para delirar.

Ayer te vi, Bolívar, el secreto de espadas en los ojos.

Y un niño que tarda años en dibujar tu rostro y tu rostro es un continente.


jueves, 30 de abril de 2015

Carta de Juan Bautista Tupac Amaru a Simón Bolívar

La verdad histórica, que forma cuadros y pueblos para la emancipación, pone en vigencia la más alta y limpia fraternidad revolucionaria y popular peruana con la actual revolución bolivariana de Venezuela.

Juan Bautista fue cuadro y combatiente de la rebelión del Amaru Katari en 1780, en la que estuvo a cargo de convertir en ayllus los obrajes de Pomacanchi, especie de primeras fábricas de tejidos, metales, cerámicas, y maderas, centros de sobre explotación de esclavos, indígenas y artesanos, liberados por la revolución. También estuvo a cargo de la artillería en Paucartambo. Fue apresado y sobrevivió a la denominada "caravana de la muerte", vía crucis inhumano por el que trasladaron los españoles a los insurrectos sobrevivientes de Cusco a Lima, muy pocos sobrevivieron a la marcha. Juan Bautista fue encarcelado en España y luego en el enclave español en África.

Los sucesos revolucionarios en la propia España, que llevaron a la guerra de resistencia a la invasión francesa de Napoleón y la constitución de las Cortez democráticas y liberales de Cádiz, terminaron liberando a presos políticos patriotas independentistas latinoamericanos, entre ellos Juan Bautista. Quien se traslada a Argentina, bastión revolucionario independentista, se discute si en 1813 o 1823. El gobierno revolucionario argentino reconoce su lucha de liberación y le otorga una pensión del estado. Allí escribe y publica su libro "El dilatado cautiverio bajo el gobierno español de Juan Bautista Túpac Amaru, 5º nieto del último emperador del Perú", que San Martín, durante la guerra de independencia, abogaba por reimprimir masivamente.

En el congreso revolucionario de Tucumán, en 1816, el primero en declarar formal y explícitamente la independencia, la corriente revolucionaria montonera de Miguel Güemes y Juana Azurduy, junto a la corriente revolucionaria continentalista de Belgrano y San Martín, proponen la creación del "Incanato Constitucional Unido de Sudamerica", con un congreso continental suramericano y un inca, que la mayoría de historiadores piensa que sería Juan Bautista. La propuesta fue aprobada por el congreso pero saboteada por la oligarquía racista bonaerense.

Actualmente, en la Municipalidad del Cusco en Perú, se encuentra un monolito recordatorio de este último cuadro y combatiente tupacamarista de 1780, que conserva tierra del cementerio de La Recoleta de Buenos Aires, Argentina, donde están enterrados sus restos.     

En 1825, desde Argentina, el veterano combatiente, escribe a Simón Bolívar, una carta que constituye un documento político de excepción respecto de la identidad de ambas luchas y proyectos, el Amaru y Bolívar, dos de los arquitectos de la unidad continental, de los enemigos declarados de las dominaciones coloniales y oligárquicas, de los precursores profetas antiesclavistas, cuando las "civilizadas" Europa y Estados Unidos se rebajaban todavía por décadas al crimen del comercio de seres humanos.

Pero además, es un sólido testimonio de la mejor verdad y memoria histórica que vence cualquier pretensión de separar la auténtica lucha emancipatoria peruana de la venezolana. Dejamos aquí fragmentos de esa carta.

“Si ha sido un deber de los amigos de la Patria de los Incas, cuya memoria me es la más tierna y respetuosa, felicitar al Héroe de Colombia y Libertador de los vastos países de la América del Sur, a mi me obliga un doble motivo a manifestar mi corazón lleno del más alto júbilo, cuando he sido conservado hasta la edad de ochenta y seis años, en medio de los mayores trabajos y peligros de perder mi existencia, para ver consumada la obra grande y siempre justa que nos pondría en el goce de nuestros derechos y nuestra libertad

;a ella propendió don José Gabriel Tupamaro, mi tierno y venerado hermano, mártir del Imperio peruano, cuya sangre fue el riego que había preparado aquella tierra para fructificar los mejores frutos que el Gran Bolívar había de recoger con su mano valerosa y llena de la mayor generosidad;

a ella propendí yo también y aunque no tuve la gloria de derramar la sangre que de mis Incas padres corre por mis venas, cuarenta años de prisiones y destierros han sido el fruto de los justos deseos y esfuerzos que hice por volver a la libertad y posesión de los derechos que los tiranos usurparon con tanta crueldad;
yo por mí y a nombre de sus Manes sagrados, felicito al Genio del Siglo de América, y no teniendo otras ofrendas que presentar en las aras del conocimiento, lleno de bendiciones al hijo que ha sabido ser la gloria de sus padres. Dios es justísimo, Dios propicio sea con todas las empresas del inmortal Don Simón Bolívar, y corone sus fatigas con laureles de inmortal gloria…

Yo, señor, al considerar la serie de mis trabajos, y que aún conservo. Aliento en mi pecho la esperanza lisonjera de respirar el aire de mi patria…, no obstante de estar favorecido de este gobierno de Buenos Aires desde que pisé sus playas, y de cuantos han considerado mis desgracias y trabajos incalculables, que tendría en nada, si antes de cerrar mis ojos viera a mi Libertador, y con este consuelo bajara al sepulcro…”

(Tomado de Valcárcel, Carlos: La rebelión de Tupac Amaru, Peisa, Lima, 1973)

martes, 28 de abril de 2015

El Amaru cabalga en la revolución bolivariana de Venezuela



El proyecto nacional popular peruano y la revolución bolivariana venezolana son tareas históricas, permanentes. Sus lazos entrañables, alimentados de la más hermosa verdad y memoria histórica, vencen el silencio, la calumnia, la tergiversación y la desorientación.

En 1780, la  rebelión anti colonial de los Tupacs, Amaru y Katari, alcanzó a prácticamente toda Suramérica, con una tormenta perfecta de más de 50 mil combatientes de  más de una veintena de pueblos indígenas, negros, mestizos y criollos. En la actual Venezuela, el capitán de la rebelión es el criollo Javier de Mendoza, declarado “capitán general de los llanos”, al mando de tres mil indígenas, a quienes hace jurar a Tupac Amaru como “rey de América”. Lo secundan los también criollos, hermanos Eugenio y Gregorio Bohórquez. Antes de ser derrotada, la rebelión llega hasta LaguniIlas, donde los alzados tomaron el pueblo dando gritos de “¡Viva el Rey del Cuzco!”, y Mérida, ocupada bajo el mando de los criollos Vicente de Aguilar y Juan García.

Juegan un rol decisivo las mama’tallas, Micaela Bastidas, Bartolina Sisa, Tomasa Tito y otras, generalas andinas de la rebelión, al mando de hasta miles de combatientes, incluyendo “batallones de mujeres” que según los partes de guerra españoles eran “más feroces que los hombres”. En el teatro de operaciones de la actual Venezuela ocurría lo propio, como informa José Tapia, sacerdote realista y vicario general, al gobierno colonial: “Finalmente esta provincia está en una confusión infernal… Solamente se ve y se sabe de crímenes, prueba de lo cual es la niñería que ha permitido nombrar mujeres como capitanes”. (10 de julio, 1781).    

La insurrección del Amaru Katari impacta en la formación político militar de Francisco de Miranda, venezolano, futuro precursor de la definitiva lucha de independencia anticolonial, quien reconoce, en carta de 1792, que el levantamiento tupacamarista, siendo él oficial del ejército español en Europa, fue antecedente preliminar de su propia concepción revolucionaria.

Según consigna Héctor Béjar, se dice que informes de la rebelión llegan a oídos de los precursores revolucionarios haitianos, incluyendo el “bando de libertad de los esclavos” de Tupac Amaru. Ellos, no sólo harán de Haití el primer país independiente y sin esclavitud de América Latina, sino que lo convertirán en el primer santuario de la humanidad, declarando libre a todo esclavo que pisara tierra haitiana.

Será en Haití que Bolívar recibirá, más tarde, decisiva y cuantiosa ayuda militar por parte de Petión, quien sólo pedirá a cambio la libertad de los esclavos. Bolívar tomará la bandera anti esclavista para no bajarla nunca más, y esa será una de las razones del odio oligárquico y la traición de muchos de sus generales. Antes de morir, dirá que un día América llamará su verdadero libertador a Petión.

El último de los Tupac Amaru, Juan Bautista, sobreviviente de la rebelión, las torturas y décadas de mazmorras españolas, escribe en 1826 hermosa e inequívoca carta a Bolívar, abrazando e identificando ambas luchas y proyectos.

El primer Tratado de unidad suramericana, el hermoso código genético de nuestra actual Unasur, se firma en el Perú en 1823, aún en guerra contra los españoles, entre el Perú gobernado por San Martín  y la Gran Colombia de Bolívar.         

También desde el Perú en 1826, gobernado por Bolívar, se hace la convocatoria al Congreso de federación continental de Panamá. Arquitecto del proyecto, junto al venezolano Libertador, es el peruano Faustino Sánchez Carrión, el más bolivariano de los peruanos. El que, según Héctor Béjar, es tan bolivariano que cuesta distinguirlo de Bolívar.  

El Amaru será reivindicado para el Perú, como un regalo amoroso de la memoria para su Patria, por el general Juan Velasco Alvarado. El entonces joven oficial militar venezolano, Hugo Chávez, rememora: “Conocí a Juan Velasco Alvarado, a partir de uno de esos hechos totalmente casuales que aceleró en mí el proceso interno, de forja, de enrumbamiento político. Se cumplían 180 años de Ayacucho y en la Academia Militar me pasaba el día hablando de Bolívar… El capitán… me llamó: "Chávez, hemos escogido a 12 muchachos para ir en una comisión a Ayacucho… Como usted es de los bolivarianos…lo hemos escogido." Se imaginarán qué alegría.

Esa noche me fui para la biblioteca… y comencé a estudiar qué estaba ocurriendo en el Perú. Descubrí el Plan Inca y que allí se estaba produciendo una revolución dirigida por un militar nacionalista. Pasamos en Lima varios días, haciendo preguntas a todo el mundo, alimentándome de aquel proceso e intercambiando con cadetes colombianos, panameños, peruanos y chilenos…

Nos llevaron a la casa de gobierno y allí estaba Velasco, en una recepción dedicada a los oficiales y cadetes, donde ofreció unas breves palabras y nos hizo llegar dos libritos, La Revolución Nacional Peruana y El Manifiesto del Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada de Perú. Después de escuchar a Velasco, me bebí los libros hasta aprenderme de memoria algunos discursos casi completos. Conservé esos libros hasta el 4 de febrero de 1992. Cuando me apresaron, me lo quitaron todo.

Les cuento todo esto porque la toma de conciencia política no fue automática. Sin lugar a dudas estos hechos dispararon mis convicciones a un determinado estadío espiritual. Y ya de ahí no he retrocedido, pues”.[i]

La fatídica pero heroica noche del frustrado golpe de estado contra la revolución bolivariana en Venezuela, en abril de 2002, piquetes de ciudadanos venezolanos resistieron con las armas en la mano, tal como había hecho el Presidente mártir chileno, Salvador Allende, al fascismo venezolano, desde las azoteas de edificios públicos en torno al palacio de gobierno en Miraflores. Junto a ellos, cercados por los golpistas y pensando durante toda la noche que no había salida, combatieron internacionalistas peruanos. La movilización popular terminó haciendo huir a los golpistas al amanecer.

Esa misma noche, en un barrio popular de Caracas, también en resistencia a los militares golpistas, cayó, alcanzado por un tiro en la cabeza cuando saltaba una muralla, un anónimo joven peruano.

Muchos internacionalistas peruanos se quedaron a trabajar y construir en la revolución bolivariana, en campos y ciudades, uniendo esperanzas y sacrificios.

En el Perú actual, la entrañable identidad del Amaru y Bolívar sigue siendo un fantasma que recorre incómoda la pesadilla neoliberal y dependiente que pretende en vano eternizarse.



Ricardo Jimenez A.





[i] Tomado del libro “Chávez nuestro” de Rosa Miriam Elizalde & Luis Báez, Cuba / Venezuela, 2004. Descargable en:  http://www.rebelion.org/docs/164912.pdf

miércoles, 18 de marzo de 2015

Sobre alianzas tácticas con enemigos políticos

Cuando en medio de la primera guerra mundial, se derrocó a los zares rusos y asumió un débil gobierno socialdemócrata, Lenin era un político ruso en el exilio, desesperado por retornar a Rusia y agitar la revolución bolchevique.

La oportunidad le vino por la oferta inesperada del Kaiser Alemán Guillermo Segundo, quién tenía las manos manchadas con la sangre de los comunistas alemanes a los que había reprimido duramente y que además era el enemigo de Rusia en la guerra, causante de la muerte de millones de soldados campesinos y obreros rusos.  

Lenin aceptó la oferta, a pesar de esos crímenes de su aliado del momento (táctico) pero enemigo permanente (estratégico). Esto trajo el rumor muy difundido de que Lenin era un traidor “agente alemán”.

Cuando los bolcheviques triunfaron, volvieron a pactar con el Kaiser para lograr la urgente salida de la exhausta Rusia de la guerra. Para ello, se vieron obligados a entregar casi la mitad del territorio ruso a los alemanes y sus aliados. Esto confirmó para muchos que Lenin era un “agente alemán”. Una buena parte del partido bolchevique se opuso y el mismo canciller, Trotsky, demoró al máximo la firma del tratado, que finalmente quedaría nulo por la derrota alemana en la guerra, aunque los territorios no terminarían de recuperarse sino décadas después, al final de la segunda guerra mundial.

No por casualidad, sólo unos meses más tarde de la firma del tratado, Lenin sufriría un grave atentado del que se confesó autora una veterana revolucionaria y guerrillera urbana de izquierda rusa.

En medio de las convulsiones de la reciente y débil república China, en 1927, el general Chiang kai-Shek, dirigente del partido Kuomintang, hasta entonces aliado de los comunistas, desató una sorpresiva y cruenta represión contra ellos, con masacres en varias ciudades del país, que en Shangai alcanzaron el asesinato de 12 mil personas. Se inició así una despiadada y larga guerra civil entre ambos.

Diez años después, en 1937, Japón invadió China. El líder comunista chino, Mao Tse Tung, propuso a su enemigo, Chiang Kai-shek, con las manos manchadas de sangre de miles de sus camaradas, una alianza táctica para enfrentar juntos al invasor japonés. Tal era el odio entre ambos bandos, que muchos comunistas, comprensible y válidamente, se opusieron y condenaron semejante alianza. Incluso, el propio Chiang se negó y sólo la aceptó cuando oficiales suyos lo tomaron prisionero y lo obligaron a aceptarla.

Las posteriores victorias revolucionarias de ambos, Lenin y Mao, borraron del registro histórico oficial las generalizadas y fuertes críticas morales, del todo comprensibles y validas en el momento, a sus alianzas con quienes tenían las manos manchadas con la sangre de sus propios camaradas y del pueblo. Y, de hecho, hoy casi nadie pone en duda la odiosa necesidad del momento que las motivó.

Estos casos, más notorios y extremos, ilustran un principio que opera en innumerables otros ejemplos históricos similares. Y sirven para reflexionar con madurez y serenidad que las políticas de alianzas tácticas con enemigos políticos, incluso con las manos manchadas con sangre, son una posibilidad, una necesidad odiosa impuesta por las circunstancias, para la cual no existen reglas infalibles, y debe ser definida, con todo el riesgo inevitable, en cada caso.

Los argumentos morales siempre importan, más aún son imprescindibles, pero no son los únicos y deben sopesarse con las limitaciones impuestas por la realidad y los objetivos superiores que buscan alcanzarse en el momento. Como se ha dicho acertadamente, la pregunta más importante no es con quién se hace alianza sino para qué y qué circunstancias y limitaciones la obligan.

Por supuesto, como ocurre con todo en política, siempre es una apuesta y no hay garantías de triunfar en los objetivos buscados como ocurrió con Lenin y Mao. Por lo mismo, frente a estos dilemas se precisa aún más madurez y seriedad que nunca en el análisis.   

viernes, 13 de febrero de 2015

Ultraderecha venezolana: ¿por qué el golpismo, si pueden ganar elecciones?


Un nuevo intento de golpe de estado ha sido desbaratado en Venezuela. En esta ocasión, además de las violentas “guarimbas” en las calles, se planeaba arrastrar a sectores de la fuerza aérea a bombardear población civil. Sin duda, preocupante y un motivo para reflexionar.    

Surge entonces la pregunta de fondo: ¿Por qué, si ya ha quedado demostrado que perfectamente la oposición venezolana puede ganar las próximas elecciones presidenciales (en las últimas estuvo a punto), la ultraderecha apuesta desesperadamente por la opción golpista?

La respuesta está en los objetivos de esta ultraderecha: instalar la política neoliberal que implica desmantelar las radicales políticas de garantía estatal a los derechos laborales y sociales de la población (a las que llama “populismo”), así como de soberanía e integración continental para volver a las de beneficio del poder fáctico norteamericano al que responde.

Esos objetivos simplemente no pueden lograrse con sólo ganar el gobierno, lo que es perfectamente posible en las elecciones presidenciales. El proceso revolucionario ha generado un “pueblo chavista”, masivo, consciente y organizado, que aunque pierda el gobierno en elecciones, resulta demasiado fuerte como para dejarse arrebatar esos derechos que ha conquistado.

Ese pueblo chavista mantendría su fuerza en la Asamblea Legislativa y en los poderes municipales, como quedó demostrado en las últimas elecciones locales donde ganó con clara mayoría. Más preocupante aún para los golpistas, permanecería con fuerza en las Fuerzas Armadas, que difícilmente volverán a subordinarse a los planes norteamericanos y menos disparar alegremente a los reclamos de su propio pueblo, como hacían antes de la revolución.

Ninguna realidad es idéntica a otra, pero hay variables similares y ahí está el ejemplo del sandinismo en Nicaragua, derrotado en elecciones, pero fuerte en el movimiento popular y en el ejército, no sólo impidió una arremetida de reformas de ultraderecha, sino que retomó el gobierno por la misma vía electoral y hoy es uno de los puntales del ALBA.

Frente a ese ejemplo, la ultraderecha piensa, nostálgica y ansiosa, en el ejemplo de Chile, Allende y Pinochet. Un golpe de estado violento, que rompa y desmonte la legalidad democrática y permita barrer con un baño de sangre ese pueblo chavista en el movimiento social y las Fuerzas Armadas. Único escenario en que se podría implementar la política neoliberal que añoran y sueñan.

Algo que deberían reflexionar en serio, éticamente, quienes desde el progresismo se ven desorientados por la propaganda monopólica de los medios mundiales y creen ver una bandera democrática en la ultraderecha guarimbera de Venezuela. Si ésta se hace con el poder en Venezuela -Dios no lo permita-, ahí sí que verían, angustiados y arrepentidos, lo que es violación de derechos humanos. Pero ya sería demasiado tarde.