Ricardo Jiménez A.
Cuando en estos días los medios masivos de
comunicación en Perú vuelven a hacer gala de un anti chilenismo de portada, ante
las impresentables declaraciones públicas del presidente chileno en el sentido
de condicionar una solución marítima a Bolivia a la renuncia por parte del Perú
a su reclamo limítrofe marítimo, conviene recordar que la clave del problema
chileno peruano, su "nudo", está en las denominadas “cuerdas separadas”.
Es un término creado por el ex presidente
Alan García para responder a las críticas que despertaba la alianza política
neoliberal y la subordinación económica del Perú oficial hacia la clase
dirigente y los poderes económicos de Chile. Las cuerdas separadas eran una
metáfora para explicar que mientras por un lado se podía y debía favorecer en
todo a los intereses económicos de los grupos chilenos, y mantener con Chile una
férrea alianza política neoliberal en contra de la integración con soberanía que
impulsan en UNASUR la mayoría de los países de la región, por otro lado se podía
al mismo tiempo reclamar públicamente a Chile una definición de los límites
marítimos bilaterales que terminara con la actual situación de hecho, claramente
perjudicial e injusta con Perú. Esto sería lo “inteligente” y lo “responsable”
frente a Chile.
La idea era contradictoria pero finalmente
útil. En el Perú neoliberal donde lo indebido, lo ilegal, lo doloso y hasta lo
impensable es lo cotidiano para la clase dirigente una fórmula justificatoria
como ésta no podía tener otro destino que ser profusamente usada, convirtiendo a
su autor en el mentor ideológico de hecho de la élite neoliberal peruana. Un
ejemplo nada más, es la reciente renovación de contrato a la trasnacional
española Telefónica. Las cuerdas separadas permitieron al gobierno renovarle el
contrato para usar el espacio radioeléctrico del Perú por 18 años y sin pagar un
solo sol, porque era "lo más adecuado económica, técnica e internacionalmente
para el Perú", mientras al mismo tiempo debe casi 5.000 mil millones de soles al
estado, que se niega simplemente a pagar, entrega un pésimo servicio e impone
una de las tarifas más caras de la región.
A pesar de ello, lo más difícil de tragar
para la opinión pública peruana es la extraña lógica de que se espere obtener de
Chile un cambio de actitud respecto de los límites marítimos, cuando manteniendo
la actual actitud obtiene la más leal complicidad política neoliberal y todas
las ventajas económicas de parte de la clase dirigente peruana.
Esta paradoja y el malestar que genera fue
parte importante de la base del triunfo electoral del actual presidente Ollanta
Humala, quien siendo candidato movilizó el reclamo ante Chile y denunció sus
ventajas y monopolios económicos en Perú, pero ahora es un férreo continuador de
la denominada “Alianza del Pacífico”, bloque neoliberal liderado por Chile en
contra de la UNASUR soberana, y del favorecimiento de los intereses económicos
chilenos en Perú, repitiendo religiosamente el discurso de las cuerdas separadas
para justificarlo.
Sin embargo, el hecho objetivo, material,
incontestable, es que los poderes políticos y económicos hegemónicos en Chile no
tienen ninguna razón real, concreta, para cambiar su actitud y establecer un
nuevo trato justo y digno con el Perú oficial que se les subordina en todo lo
importante.
No existe un solo caso en miles de años de
historia en que un actor cambie su actitud abusiva hacia otro, mientras éste se
mantenga alegremente subordinado en lo económico y en lo político. Y el Perú
alegremente se ahorca con sus propias cuerdas separadas.
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