jueves, 31 de julio de 2014

CUBA VIVE UNA FRANJA DE GAZA ECONÓMICA

Las agresiones del bloqueo económico de Estados Unidos a Cuba son tan criminales, inhumanas y dañinas como los ataques de artillería y bombardeos aéreos que Israel desata desde hace semanas contra la Franja de Gaza en Palestina. Y duran ya más de cincuenta años.

Este bloqueo de Estados Unidos a Cuba es, de hecho, una de las dos grandes fuerzas que han modelado en arcilla, casi como en un laboratorio, a la Cuba actual. Si sus graves consecuencias económicas no han asesinado, literalmente, a miles de niños y ancianos cubanos, como las toneladas de bombas sionistas lo están haciendo en Palestina, es únicamente por efecto de la otra gran fuerza modeladora del país: la revolución.

Ha sido la firme planificación y regulación de la revolución, y sus principios y valores igualitarios y comunitarios, la que ha garantizado, aún en medio de esa terrible agresión económica permanente, las necesidades básicas, sin excepción, para todo su pueblo.

Todo cubano cuenta con un médico permanente para su familia -algo que en los países neoliberales consideramos un lujo- destinado a prevenir las enfermedades, las cuales una vez presentadas -lo que en los países neoliberales equivale a una catástrofe económica- reciben especialistas, tratamientos y medicinas gratuitas.

La educación es gratuita y de calidad hasta para los post grados y está hecha para incentivar, detectar y desarrollar al máximo, con todos los recursos del sistema, los talentos artísticos, deportivos y científicos de cada niño y niña.   

La vivienda está garantizada incluso para los sectores más desposeídos heredados de la larga dictadura pro-norteamericana de Batista, a ellos se les entrega gratis por el estado, aunque en ocasiones sea modesta. Los derechos laborales son amplios, incluyendo por ejemplo un año -sí, un año- de post parto para madres y padres. Y hasta una canasta mensual básica de alimentos para cada familia.

Por medio de estas bien definidas prioridades el pueblo cubano en su conjunto ha enfrentado los sacrificios que el bloqueo norteamericano ha impuesto inmisericordemente, y que en el “período especial”, tras la caída de la Unión Soviética y el agresivo unipolarismo de Washington, llegaron al límite de lo indecible, llevando metafóricamente a todo el pueblo cubano al monte, con sufrimientos extremos y propios de la vida en guerrilla.

Sumase a ello un logro notable, más aún en medio de tan grandes necesidades: la más completa inexistencia de inseguridad ciudadana, la ausencia prácticamente total de violencia delictiva. En la hermosa Habana los taxistas dejan sus carros con las ventanas abiertas y las puertas sin seguro; y usted puede circular solo o sola, de madrugada y por cualquier parte, sin temer por su seguridad. Sí, como lo oye, algo que incluso los cubanos descontentos -que los hay, bastantes, y se expresan libremente- señalan con incontenible orgullo.   

Ahora, con el intercambio de una Latinoamérica y un mundo que en buena parte ya no sigue los dictados imperiales de Estados Unidos, y con una dirigencia revolucionaria que ha emprendido grandes y crecientes cambios hacia la apertura, el bloqueo norteamericano aparece, además de inhumano, anacrónico y obsoleto. Sin embargo, sigue operando y dañando al pueblo cubano.

Garantizadas las necesidades básicas de todos, las mayores carencias que trae el bloqueo norteamericano se han trasladado a otros ámbitos. Entre los más evidentes está la insuficiencia de artículos de aseo, un suministro mayor de electricidad y el acceso a bienes más suntuarios pero legítimamente ansiados por la población tales como variedad de vestimentas, relojes, aparatos electrónicos y otros similares.

Paradójicamente, opositores a la revolución reciben millonarias “donaciones” y “premios” por parte de diversas entidades de los Estados Unidos, para reclamar una democracia formal que ha sido imposible justamente por esta persistente agresión económica de ese país. Olvidando que el propio Estados Unidos restringió los derechos democráticos, racionó productos y reguló estatalmente la economía, durante la segunda guerra mundial, es decir, durante una agresión externa, aunque su territorio no fue teatro de enfrentamientos. Y todo Estado, sin excepción, se ha visto forzado a hacer exactamente igual en una situación de agresión externa.

La apertura económica es una medida sin duda alguna acertada, imprescindible, pero con la llegada de los grandes negocios transnacionales privados y sus lógicas han empezado a resurgir también tendencias que afligen al resto de Latinoamérica y del mundo y que en Cuba estaban al menos fuertemente mitigadas desde la época del triunfo revolucionario, como es la desigualdad y aún incluso el racismo.

Saber regular y superar estas tendencias para recibir los beneficios de la apertura sin perder los monumentales logros sociales y soberanos de la revolución constituye un nuevo y refrescante desafío para este pueblo evidentemente cansado de la agresión pero indefectiblemente digno, que ha demostrado largamente ser capaz de conquistar imposibles. Tal como el pueblo palestino.



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