Las agresiones del bloqueo económico de Estados Unidos
a Cuba son tan criminales, inhumanas y dañinas como los ataques de artillería y
bombardeos aéreos que Israel desata desde hace semanas contra la Franja de Gaza
en Palestina. Y duran ya más de cincuenta años.
Este bloqueo de Estados Unidos a Cuba es, de hecho,
una de las dos grandes fuerzas que han modelado en arcilla, casi como en un
laboratorio, a la Cuba actual. Si sus graves consecuencias económicas no han asesinado,
literalmente, a miles de niños y ancianos cubanos, como las toneladas de bombas
sionistas lo están haciendo en Palestina, es únicamente por efecto de la otra
gran fuerza modeladora del país: la revolución.
Ha sido la firme planificación y regulación de la
revolución, y sus principios y valores igualitarios y comunitarios, la que ha
garantizado, aún en medio de esa terrible agresión económica permanente, las
necesidades básicas, sin excepción, para todo su pueblo.
Todo cubano cuenta con un médico permanente para su
familia -algo que en los países neoliberales consideramos un lujo- destinado a prevenir
las enfermedades, las cuales una vez presentadas -lo que en los países
neoliberales equivale a una catástrofe económica- reciben especialistas, tratamientos
y medicinas gratuitas.
La educación es gratuita y de calidad hasta para los
post grados y está hecha para incentivar, detectar y desarrollar al máximo, con
todos los recursos del sistema, los talentos artísticos, deportivos y
científicos de cada niño y niña.
La vivienda está garantizada incluso para los sectores
más desposeídos heredados de la larga dictadura pro-norteamericana de Batista, a
ellos se les entrega gratis por el estado, aunque en ocasiones sea modesta. Los
derechos laborales son amplios, incluyendo por ejemplo un año -sí, un año- de
post parto para madres y padres. Y hasta una canasta mensual básica de
alimentos para cada familia.
Por medio de estas bien definidas prioridades el
pueblo cubano en su conjunto ha enfrentado los sacrificios que el bloqueo
norteamericano ha impuesto inmisericordemente, y que en el “período especial”,
tras la caída de la Unión Soviética y el agresivo unipolarismo de Washington,
llegaron al límite de lo indecible, llevando metafóricamente a todo el pueblo
cubano al monte, con sufrimientos extremos y propios de la vida en guerrilla.
Sumase a ello un logro notable, más aún en medio de tan
grandes necesidades: la más completa inexistencia de inseguridad ciudadana, la
ausencia prácticamente total de violencia delictiva. En la hermosa Habana los
taxistas dejan sus carros con las ventanas abiertas y las puertas sin seguro; y
usted puede circular solo o sola, de madrugada y por cualquier parte, sin temer
por su seguridad. Sí, como lo oye, algo que incluso los cubanos descontentos -que
los hay, bastantes, y se expresan libremente- señalan con incontenible
orgullo.
Ahora, con el intercambio de una Latinoamérica y un
mundo que en buena parte ya no sigue los dictados imperiales de Estados Unidos,
y con una dirigencia revolucionaria que ha emprendido grandes y crecientes
cambios hacia la apertura, el bloqueo norteamericano aparece, además de
inhumano, anacrónico y obsoleto. Sin embargo, sigue operando y dañando al
pueblo cubano.
Garantizadas las necesidades básicas de todos, las
mayores carencias que trae el bloqueo norteamericano se han trasladado a otros
ámbitos. Entre los más evidentes está la insuficiencia de artículos de aseo, un
suministro mayor de electricidad y el acceso a bienes más suntuarios pero
legítimamente ansiados por la población tales como variedad de vestimentas,
relojes, aparatos electrónicos y otros similares.
Paradójicamente, opositores a la revolución reciben millonarias
“donaciones” y “premios” por parte de diversas entidades de los Estados Unidos,
para reclamar una democracia formal que ha sido imposible justamente por esta
persistente agresión económica de ese país. Olvidando que el propio Estados
Unidos restringió los derechos democráticos, racionó productos y reguló
estatalmente la economía, durante la segunda guerra mundial, es decir, durante
una agresión externa, aunque su territorio no fue teatro de enfrentamientos. Y todo
Estado, sin excepción, se ha visto forzado a hacer exactamente igual en una
situación de agresión externa.
La apertura económica es una medida sin duda alguna
acertada, imprescindible, pero con la llegada de los grandes negocios
transnacionales privados y sus lógicas han empezado a resurgir también tendencias
que afligen al resto de Latinoamérica y del mundo y que en Cuba estaban al
menos fuertemente mitigadas desde la época del triunfo revolucionario, como es la
desigualdad y aún incluso el racismo.
Saber regular y superar estas tendencias para recibir
los beneficios de la apertura sin perder los monumentales logros sociales y
soberanos de la revolución constituye un nuevo y refrescante desafío para este pueblo
evidentemente cansado de la agresión pero indefectiblemente digno, que ha
demostrado largamente ser capaz de conquistar imposibles. Tal como el pueblo
palestino.
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