lunes, 23 de junio de 2014

PERÚ: RETROCEDIENDO HACIA LA COP 20


El gobierno de Perú, país anfitrión de la próxima vigésima Conferencia de las Partes sobre el cambio climático COP20, a realizarse en diciembre de este año, no ha sentido la necesidad de guardar aunque sea mínimas apariencias de responsabilidad ambiental ante esta cita histórica que le toca organizar y hace unos días ha presentado públicamente un paquete de medidas que debilitan la incipiente institucionalidad ambiental y permiten mayores niveles de contaminación del medio ambiente, violando de paso normativas internacionales y nacionales que obligan al estado peruano.

Como en los tiempos de la época colonial, en que los pueblos originarios compartieron la suerte de la naturaleza, sufriendo igual explotación y saqueo, el gobierno ha argumentado estas medidas bajo el eufemismo de “flexibilización ambiental” para incentivar las inversiones, de manera idéntica a la “flexibilización” laboral que argumenta para anular derechos a los trabajadores.

Más allá de los eufemismos y los discursos políticamente correctos, el mensaje es inequívoco. La preocupación ambiental es un decorado aceptado de mala gana, que el gobierno considera de suyo opuesto al crecimiento económico, el cual a su vez se erige como verdad incuestionable, que se busca legitimar además como solución a la pobreza, a pesar de los datos de la realidad, tan paradojales como las medidas del anfitrión de la próxima COP.

En el año 2013, el Perú tuvo un crecimiento macroeconómico de 5,2%, con el cuarto lugar entre más de treinta países latinoamericanos (CEPAL, 2014). Contradictoriamente, según propias cifras oficiales del INEI, este mismo año la pobreza aumentó -sí, leyó bien, aumentó- en ocho regiones del país.

Cajamarca, una de las más emblemáticas de entre muchas con graves y persistentes conflictos ambientales, que incluyen varios ciudadanos muertos por la represión policial durante este gobierno, es la más empobrecida del país, a pesar y en contra del discurso oficial de la inversión y el crecimiento, ya que es en esa misma exacta región donde la cuestionada minera Yanacocha lleva más de diez años “invirtiendo”.  

No cuesta mucho adivinar que probablemente veamos aumentar los conflictos sociales a futuro en el Perú. Más desalentador aún, es que el Perú oficial, desde su lugar de anfitrión de la COP20, haya dado este objetivo golpe de debilitamiento a los ya de por sí difíciles resultados que la humanidad necesita y espera de la Conferencia.
 
En ese mar de paradojas, resulta triste, pero también de lo más lógico, reconocer la realidad de que el Perú no avanza, sino que literalmente retrocede, hacia la COP20.



Ricardo Jimenez A.
 


   

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