Ricardo Jiménez
Hay físicos cuánticos que concluyen que el espacio tiempo es un continuo único,
inmutable, todo hecho ya,
por el que transitamos nosotros, nuestra consciencia
Por eso pienso que tal vez sigues todo el tiempo niño, recordando a tu bisabuelo Maisanta,
el renegado nebuloso y maldito del que oyes susurrar,
para que finalmente tu tía al verte por primera vez te diga que Maisanta eres tú,
como las viejitas de los campos perdidos del Apure
que por primera vez conocieron un médico
dicen que Bolívar eres tú,
que volvió de nuevo porque vio que ya no dábamos más
Pienso en los físicos cuánticos y me parece que aún estudias a Bolívar,
como un loco y un paria,
mientras los gallardos oficiales retratados en las revistas de ricos
compiten por el carro más caro
y van ganando la guerra de la patria contra sus hijos los pobres
Que sigues alzado en armas contra las pesadillas de tu pueblo aquel 92’ sorpresivo
que me costó comprender,
como me pasa con los físicos cuánticos
Y sigues siempre arrodillado frente a la espada de Zamora tras salir de prisión,
jurándole y jurándote
patrias y victorias
Parece cierto que es todo el tiempo que rescatas nuestros corazones de la desconfianza,
rompiendo con palabras sencillas
las anestésicas disquisiciones de los eternos profesionales de la impotencia,
bien preparados en Harvard
para decirnos que no se puede, que no saben cómo,
que hay que esperar
para volver a esperar más,
a ver si se nos olvida
y dejamos de joder
Quizás los físicos cuánticos tengan razón y no sea locura
este escucharte una y otra vez, diciendo: “Yo no voy a traicionar un pueblo cien veces traicionado”
Y los dueños del dolor no pueden levantar el teléfono y llamar al Presidente
para que les resuelva
su problema,
ni los reyes de España, ni los altos técnicos del Fondo Monetario,
ni los altos ejecutivos de sepa dios qué negocio de meter balas
en los cuerpos del pueblo
Que ni lo conocen al indio éste, qué quién será
Y tienen razón porque los Uahibos van por las calles de Caracas y por los salones de Palacio de gobierno con su “Chivez” al que adoran
Y esa indígena que se echó al río hace tantos años, con su bebé en una mano y un puñal en los dientes
y la ira en sus ojos por tu uniforme de oficial
te llena de tristeza y te hace estudiar la historia, y te hace buscarlos y ponerte a su servicio
Y ellos te dan su arepa de maíz en calabaza
Y son parte de la multitud que derrota paros petroleros, paracos colombianos,
guarimbas bien pagadas,
interminables batallas electorales digitadas con mano ajena,
Y ahora por fin compran barato lo que necesitan, y estudian,
y se curan,
y tienen su tierra y el derecho a mandar en ella
y a soñar en ella
y a ser condenadamente dignos en ella,
cuánticamente felices
en ella,
y sí se podía, carajo
Siempre se pudo, no necesitamos
que nos lo digan los físicos cuánticos
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