Ricardo Jiménez A.
Resulta cuando menos curioso leer a diversos intelectuales y políticos peruanos sumarse a la corriente mundial de repudio a la ex primer ministro inglesa recientemente fallecida, al mismo tiempo que guardan extraño silencio hacia el Perú neoliberal en que viven, hecho a la imagen y semejanza de la doctrina económica y política de la ex “dama de hierro”.
Ciertamente, está muy bien, aunque no es difícil ni se corre riesgo político alguno, en poner de manifiesto su pública complicidad con los siniestros crímenes de Pinochet en Chile. Enumerar sus innumerables violaciones de derechos humanos al pueblo irlandés. Denunciarla como la abanderada revitalizadora del tardío colonialismo en Malvinas (aunque sus apetitos sobre las reservas petroleras del Atlántico y la estratégica geopolítica en la Antártida no son, sin embargo, tardíos, sino muy de futuro). Incluso, señalarla como la precursora, a punta de represión, de las políticas neoliberales que precarizaron hasta lo indecible los derechos de los trabajadores ingleses a favor de los grandes capitales.
Sin embargo, pareciera que no es tan evidente que esas mismas políticas, de las que la Thatcher es precursora, son las que hegemonizan el Perú actual y desde hace al menos dos décadas, a pesar de que son públicamente conocidas. Regímenes laborales violatorios de los derechos de los trabajadores, como el infame DL 22342 régimen aboral de exportación no tradicional. Impresentables concesiones anti soberanas a las trasnacionales, como la reciente renovación de contrato a la española Telefónica. Escandalosa concentración de la propiedad de la tierra rural y urbana en manos de los grandes negociados agrícolas e inmobiliarios. La vergonzosa instauración del servicio militar obligatorio únicamente para los pobres. La participación, junto a Chile, Colombia y México, los otros países "modelo Thatcher" que van quedando en la región, en la “Alianza del Pacífico”, mancha histórica del Perú contra la integración regional soberana promovida por la mayóría de países d ela región. Y en fin, la criminalización, represión y masacre a los sectores populares que defienden sus derechos ante los grandes intereses económicos contaminantes y abusivos, incluyendo la indecorosa y pública subordinación de la policía nacional a las empresas trasnacionales.
El Perú actual, el del gobierno Humala, es incontestablemente una especie de modelo ejemplar de thatcherismo sin Thatcher. Del neoliberalismo como acumulación privada por expropiación y apropiación de lo público: tierras, aguas, espacio radioeléctrico, recursos naturales, empresas estatales, derechos laborales, salud, educación, vivienda, seguridad ciudadana.
La realidad no desaparece callándola. Margareth Thatcher vive en el neoliberalismo pro imperial peruano, actualmente administrado por el gobierno Humala, y más vale decirlo, bien claro y bien alto. Es un buen ejercicio para distinguir con claridad suficiente a quienes realmente están en la otra vereda de la Thatcher y, sobre todo, de su antipopular y criminal legado neoliberal, de quienes… bueno, de quienes no parecen tenerlo claro.
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